Después de mucho tiempo sin publicar ninguna entrada en el blog, hoy presento LA VOLUNTAD QUEBRADA, el primer poemario de mi amigo Javi, editado por Amargord ediciones.
Toño Jerez es el responsable del prologo y lo presenta Guillermo de Jorge. Ambos grandes poetas y amigos de Javi, al igual que José Fernandez de la Sota y Katy Parra, quienes aportan unos comentarios en la contraportada.
La portada y tres ilustraciones son mi aportación a este libro que vio la luz en Junio del presente año y del que os dejo además los tres poemas que ilustro.
Llueve.
El autobús rebasa algún semáforo,
la lluvia golpea en el asfalto
con verdes centelleos y esmeraldas de luz.
En la noche cerrada
los ámbares gotean las aceras
en sus charcos dorados.
La escarlata ilumina la quietud
del reposo que remueve el silencio
del tiempo que se para.
Ronca el motor
de otro autobús ,
que ante el semáforo espera:
y llueve,
llueve
y llueve, 1
sobre Bilbao llueve.
1 “…llueve, llueve y llueve”, son versos que pertenecen al libro de poemas “Pido la paz y la palabra”, de Blas de Otero.
Regreso de la fría calle.
Almaceno ojos humillados,
Mendigos de rodillas que imploran
lo poco que sobra en nuestra casa.
Si es que sobra,
El rostro acaba en lágrimas
que surcan sus mejillas
y ocultan sus miradas.
Si andan por las glorietas,
enganchan con sus ojos
el grito silenciado en las conciencias,
que no quieren ni verlos.
Al ver los brillos de las monedas
codician tener lo que no tienen.
Mendigos que roban la energía de los
transeúntes que se apagan en las calles.
Ahora ocupan su sitio en las aristas
y su penuria es rima de miseria.
CUANTO DARÍA POR UN VERSO ALEGRE
Aquella noche la televisión advirtió
que no viéramos las imágenes.
Las niñas colgaban de una hermosa acacia
como bolas de navidad teñidas de sangre.
Intocables de la India, de la India inmensa,
de la India de colores de miasmas y azafrán.
En la India de intocables que tocaron,
y dejaron en las sogas, rotas y violadas, en aquel
hermoso árbol de colores tristes,
desde aquel atardecer.
Desde aquel terrible atardecer
de la India inmensa, de las niñas que tendían de
aquel árbol, como la ropa más íntima que cuelgas
desde un dolor lejano.